La gran ciudad es un salvoconducto para la guerra y el justo gobierno que arranca la vida de los líquenes por macros de banca y Onu como algoritmo que impone la ley y el orden a base de caprichosas normas de crimen y castigo.
Así el raudo sonido del metro al partir a otra estación y el eco que se acerca desde la bóveda al llegar de otra parada. No hay escapatoria. La huella del ser humano y su miseria viajan en raíles vencidos por la velocidad comercial.